Revista especializada en delincuencia

Latigazo al deporte

In Prevención on abril 24, 2012 at 2:55 pm
César Ponce (Hoppes nº9)

El periodismo deportivo tiene una misión importante para mejorar el clima de violencia que rodea al deporte actual. Hay más ejemplos criticables que acciones positivas que intenten revertir la situación.

“Muy mal Mourinho, no por meterle el dedo al tal Vilanova sino por equivocarse de orificio. Seguro que en otro al Tito le hubiera gustado”. Así twitteó Miguel Serrano (periodista de Marca) tras el conocidísimo incidente del dedazo en el ojo. Mientras la profesión se debatía entre denunciar o justificar, el “látigo”, como se apoda, quiso seguramente desdramatizar con ese recado de dudosa originalidad. “Las consecuencias de ciertos acontecimientos deportivos, analizadas sin pausa y sin reflexión provocan unas conclusiones erróneas y equivocadas que fomentan la violencia”, advierte Jordi Puig i Voltas (Maestro de Educación Física y Doctor en Pedagogía). Los periodistas tienen gran repercusión e influencia, y por eso deben medir lo que dicen, cuando lo dicen y como lo dicen, sino quieren meter un “latigazo” donde más duele al deporte.

Tweet de Miguel Serrano (Marca) tras el episodio del dedo en el Ojo de Mourinho a Vilanova

Ramón Rojas define la violencia como una “enfermedad infecciosa“. Su labor de humanista en el Servicio de Deportes de la Universidad de La Laguna, donde es director, le avala para calificar el momento actual de la violencia en el deporte, que en su opinión “sufre una tendencia de deshumanización y auge que se advierte en distintas esferas en las que unos pocos se han apoderado de los medios de producción y controlan los medios de difusión, conformando una base violenta y un sistema injusto de distribución de la riqueza”. Para Jorge Garzarelli (psicólogo deportivo) “la violencia tiene un epicentro, basado en asociaciones ilícitas entre personalidades deficitarias que con infantil inmadurez propician comportamientos violentos”. Rojas separa diferentes tipos de violencia que afectan al deporte, comenzando por la económica (amaño de partidos, sobreexplotación publicitaria de la imagen del deportista), seguida de la psicológica (desvalorización del contrario, insultos o descalificaciones previas a un partido potenciados por los medios de comunicación) y la moral (cómplices de conductas violentas por no impedirlas aún siendo conscientes de su existencia), que considera más preocupante.

Los medios de comunicación tienen mucho que ver en este entramado. En opinión de Jordi Puig existen actitudes a cambiar, que expone con tres ejemplos: “El árbitro es el centro de atención y cualquier decisión es tomada como una persecución que después los medios de comunicación tendenciosos se encargan de aumentar”; “Se sitúa como referentes a ciertos modelos de deportista y persona que de ninguna manera son ejemplo a seguir y se muestran como verdaderos antimodelos, provocando la ira de unos y la devoción de otros”; “Hemos llegado a visualizar ruedas de prensa de entrenadores en las cuales no se habla de fútbol y en cambio se provoca al contrario como si de una batalla a largo plazo con estrategias de desestabilización se tratase”. En su opinión se debería “apreciar más el buen juego, el espectáculo, la virtuosidad, y no las faltas, las salidas de tono, los lenguajes soeces y las actitudes antideportivas”. En este sentido José Carrascosa (psicólogo con experiencia en distintos clubes deportivos) ha escrito sobre la rivalidad, que en su opinión “se debería enfocar de forma positiva, considerando al oponente un estímulo que ayuda a mejorar, un adversario, pero nunca un enemigo”, siendo los medios de comunicación los encargados de transmitir esta visión.

Ramón Rojas es la voz más severa para definir la realidad de los medios de comunicación. El humanista considera que “todo está a gusto de las compañías liberales que tienen en sus manos los medios masivos, lo que les permite manipular la información, manejar los recursos y fabricar imágenes publicitarias que se perpetúan en el poder, reconvirtiendo esquemas y representantes”. Para José Carrascosa los medios son más bien transmisores de la noticia, pero critica “programas deportivos de televisión con estilos agresivos que también generan hostilidad”, a la vez que expone un ejemplo paradójico: “Hay anuncios de selección de personal en los que se pide como cualidad la agresividad”, demostrando que hoy día el estilo agresivo se está imponiendo como rentable.

En un escenario deportivo donde se acepta cierto clima de violencia y una cultura mejorable, se echa en falta mayor movilización de los medios deportivos para intentar erradicar la problemática. Se denuncia con la boca pequeña, pero faltan aportaciones como las de José Barrero (Profesor de Periodismo en la Universidad Europea de Madrid), que ha escrito un libro al respecto (“Protagonistas contra la violencia en el deporte”) y liderado un manifiesto que actúa como foro para acabar con la violencia en el deporte, estudiando principalmente las conductas de los periodistas deportivos.

Caldo de cultivo

Gaspar Rosety (Director de medios de la RFEF y Vicepresidente de la Asociación de Derecho Deportivo de Madrid) resume para Hoppes nº9 en 140 caracteres su visión sobre como deben los medios deportivos tratar informativamente la violencia: “La agresividad en el deporte es un reflejo del estado social. Debe investigarse la verdad, contarla toda con claridad y defender la ética”. No basta por tanto con no agitar el árbol, sino que además hay que cercarlo y limpiar los frutos caídos por el que lo agitó antes que uno. Es decir que no es suficiente con no promover la violencia, sino que hay estar alerta de que otros no lo hagan como responsables del bienestar común.

Sin embargo muchos profesionales se atascan en la primera premisa sin llegar a la segunda, como opinó recientemente el presidente del Getafe, Ángel Torres, denunciando a la prensa que se pone la camiseta y confecciona portadas que incitan a la violencia. “Etarra, asesino y padre del portero de la Real Sociedad” titulaba La Gaceta en Enero de 2008 mezclando fútbol y política en un mismo encabezamiento. En semejante tesitura Marca abría con “Ocho jugadores de la Real apoyan un acto proetarra”. En otras ocasiones peor que los titulares resultan algunos calificativos, que leídos y malinterpretados por algún “cafre” pueden desatar sus peores instintos: “Hannibal Lecter”, “villano”, “aires sanguinarios”, “chantajista”, “proclive a arrastrar por el barro todo lo que le rodea”, “chulesco e intimidante”, “tramposo”, “payaso”, “malencarado”, “deprimente, triste y poco inteligente”, “arrogante mercenario”, “Lucifer”…son algunos de los términos utilizados contra algún deportista de relumbrón.

Tweets de periodistas contrastados sobre la temática de la violencia en el deporte

Una tercera dimensión en este fenómeno se abrió con la irrupción de Twitter, que casi permite hacer un diario sobre insinuaciones violentas y manipuladoras. Hace unas semanas Carmen Colino, contrastada redactora de As sorprendía con un “robando voy, robando vengo, por el camino, yo me entretengo”, en una adaptación musical muy personal que de forma supuestamente original le permitía llamar ladrón a un árbitro por desempeñar su trabajo. En otro ejemplo, Juanma Rodríguez (Cadena Cope) se dedicó a recoger alguna manzana podrida caída, volviendo al símil de agitar o no agitar el árbol. “Ojalá mañana no pase nada de lo que SPORT pueda arrepentirse. Su portada daña a la vista, ofende a la inteligencia e incita a la violencia”, twitteó. Parece que esté deseando que ocurra algo para atizar al vecino, que bien es cierto que se excedió en su primera página. También los grandes clubs se ven inmersos en la vorágine de Twitter, como demuestra el hecho de que hace poco el Real Madrid tuvo que destituir a un alto cargo por lanzar mensajes violentos y xenófobos. “La violencia genera violencia” avisa Jordi Puig, quién añade que “determinados deportes son analizados desde paradigmas erróneos o confusos con la finalidad de ganar cuotas de pantalla y satisfacer así los deseos de los patrocinadores, hecho que provoca la generación de actitudes violentas o agresivas que en muchos casos son de baja intensidad, pero que con los ingredientes adecuados pueden convertirse en verdaderos problemas sociales de alta intensidad”. El Doctor en Pedagogía habla de “un problema que se genera cuando el grupo actúa de caldo de cultivo en una actitud agresiva que puede estallar en manifestaciones violentas”. Ejemplos como los mencionados ya están cociéndose a fuego lento en ese caldo de cultivo, a la espera del momento en que la olla se desborde.

DespiecesUn problema de cultura a través de casos concretos / Entrevista a José Manuel Ríos Corbacho

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