ESTEBAN ORDÓÑEZ/ HOPPES Nº9
·Los criminales dejan una huella psicológica en la escena donde todo comunica.
·La grafología constituye una potente herramienta de investigación en la perfilación de los delincuentes.
“En un crimen todo comunica”, asegura el policía y presidente de la Sociedad Española de Investigación de Perfiles Criminológicos (SEIPC), Juan Francisco Alcaraz. Si apuñala a navaja o con un objeto improvisado; si usa pistola, si dispara a quemarropa, si a la nuca o al estómago. A veces, aparece un escrito que abre cerrojos en la mente del asesino, una biopsia de palabras que acota el cerco.
Los delincuentes seriales actúan como arquitectos del crimen. Desde el principio, su diseño susurra a los investigadores. “En el lugar del crimen puedes determinar si se trata de una escena pura o simulada. Nos preguntamos si la acción sobre el terreno pretende encubrir el crimen o si, por el contrario, presenta elementos sin los cuales no se podría cumplir una fantasía”, señala Alcaraz. En este caso, el objetivo dista de la simple comisión del delito, y la posible existencia de mensajes escritos corrobora la sospecha. “Los valoramos al detalle, vamos más allá del contenido. Que esté escrito en la pared, en un papel, detrás de un cuadro, con azúcar, con el dedo, nos dirá qué personalidad buscamos”, matiza el presidente de SEIPC.