Revista especializada en delincuencia

La profecía del maullido

In Derechos Humanos, Prevención on May 25, 2012 at 6:55 pm

· El maltrato de animales puede ser un paso previo a la violencia familiar
· Los agresores utilizan a la mascota para retener y controlar a su pareja

ESTEBAN ORDÓÑEZ/ HOPPES Nº9

Ese gato era incontrolable, impredecible. Marcaba las paredes del domicilio con su orina inflamada y ácida de criatura en celo. Liberaba sus gemidos escocidos por la casa. Buscaba salidas, se encrespaba. El veterinario aconsejaba a su amo castrarlo en cada visita. El padre de la familia repetía: “Es que las niñas no quieren, les da pena”. Y las adolescentes calladas, casi no ocupaban hueco en la consulta. Tiempo después ese mismo hombre se ensañó a cuchilladas con su esposa en el conocido asesinato de la calle Covarrubias en el barrio madrileño de Chamberí.

El maltrato a los animales no son hechos violentos aislados

“Era un maltrato sutil al animal, sin golpes; pero mostraba una crueldad calculada que se volvió contra otro ser humano”, recuerda el veterinario miembro de la Asociación de Veterinarios Españoles Especialistas en Pequeños Animales (AVEPA), José Capacés. Sin embargo, la legislación española contempla factores como la crueldad o la injustificación que prácticamente concede la inmunidad a este tipo de maltratos poco visibles. Capacés aboga por prestar la máxima atención a cualquier indicio de violencia: “Suelen llevar al animal a la clínica cuando ya está muy mal y cuentan que le ha atropellado un coche o que lo han encontrado así. Si es un paciente habitual tenemos más conocimiento para sospechar; sin embargo, en estos casos es común que los agresores tomen la precaución de no asistir a un centro fijo”.
Es un ámbito de estudio poco extendido. El FBI publicó un informe según el cual un 46% de los asesinos seriales maltrataba animales en su juventud. Por otro lado, investigaciones realizadas en Reino Unido, Estados Unidos y Canadá revelaba que un 70 % de las mujeres maltratadas con animales de compañía afirmaba que su pareja había utilizado a la mascota para provocar sufrimiento, ya sea hiriéndolos o matándolos. Los expertos coinciden en que se instrumentaliza al animal para crear un ambiente de dominio e inutilizar a las víctimas. Sucede con la violencia de género y con otros tipos de acoso familiar. La Directora General de la Fundación Altarriba, Matilde Figueroa, recuerda un caso: “Un hombre que abusaba sexualmente de sus hijos les regaló un perro, cuando se habían encariñado con él lo mató delante de ellos; luego les regaló otro y les dijo que si lo contaban la nueva criatura correría la misma suerte”.

Un reclamo con patas
Las casas de acogida para mujeres maltratadas ofrecen asistencia a personas que huyen de la violencia de sus hogares, pero no aceptan mascotas. Muchas víctimas retrasan o eluden la decisión de refugiarse en éstas ante la seguridad de que su animal de compañía se quedará con el maltratador, recibiendo sus golpes, cubriéndole la retirada. El cariño entre la mujer, los niños y el pequeño compañero cae en las manos del delincuente como un cabo suelto y cómodo. Él comprende que tiene entre los dedos la libertad de su pareja, de sus niños, y no duda en tirar con fuerza. La Fundación Altarriba acoge algunas de estas criaturas. “Tenemos un perro que nos trajo una mujer maltratada, vivía en un octavo piso y el marido cogió de las orejas al animal y lo sacó por la ventana. El mensaje era claro: si te vas, lo suelto”, lamenta Figueroa.
No obstante, las investigaciones que conectan la crueldad contra los animales con otros tipos de violencia, como las publicadas por la criminóloga Núria Querol y su grupo de trabajo, no terminan de calar en los resortes legales, policiales y judiciales del país. Todas las instituciones públicas promueven la denuncia temprana como medida para acabar con el maltrato machista; psicólogos y psiquiatras aseguran que el bloqueo mental, ese síndrome de entender los puños, evita que muchas víctimas acudan a comisaría. Sin embargo, no existen en España vías de actuación que sigan el rastro de las criaturas heridas y relacionen de manera eficaz ambas formas de violencia.

De los gritos a los golpes
Para los estudiosos del tema, estas vías prevendrían muchos casos de violencia de género. Según José Capacés, todo es parte del mismo proceso de sumisión: “Pegar a una persona es un paso difícil. Primero la toman con objetos inanimados, lanzan platos, patean puertas, gritan. Luego agreden al perro, ven su cara de terror y se socializan con la violencia”. Así rompen la barrera. Por ello, el veterinario de AVEPA está convencido de que “la defensa de los animales es la defensa de todos”.
La asociación Justicia Animal se dedica a la denuncia de casos de explotación, agresiones y tortura de animales. Su Presidenta, Mati Cubillo, ha participado en numerosos juicios: “Primero tuvimos que concienciar a la administración y, poco a poco, las denuncias salieron adelante; ahora nos encontramos con que también debemos sensibilizar a jueces y fiscales”, critica.
Un hombre apuñaló a su perro siete veces con tal ensañamiento que se hincó el cuchillo en la rodilla. El juez archivó el caso. Cubillo recuerda aquel suceso como uno de los más frustrantes: “Ni siquiera nos permitieron aportar pruebas o presentar un peritaje veterinario. Si esta persona hizo eso con un animal, ¿qué sería capaz de hacerle a una persona?”.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de los Animales o la Convención Europea de Protección de Animales de Compañía, elaborada hace 25 años por el Consejo de Europa, demuestran que existe una intención internacional de proteger a todos los seres vivos. España, sin embargo, no ha ratificado ninguna de ellas. La peculiar unión entre tradiciones de pretendido orgullo nacional y la tortura de distintas especies encoge la pupila de los mandatarios nacionales al enfrentarse a estos acuerdos. Figueroa y Capacés coinciden en que desde el plano cultural se ha inoculado cierta permisividad a los malos tratos en la sociedad. “Debemos prevenir desde todos los ángulos. No podemos ver con naturalidad ningún tipo de agresión”, enfatiza el veterinario de AVEPA. Al final, la diferencia entre animales y seres humanos es sólo temporal.

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