César Ponce (Hoppes nº9)
La reclusión femenina padece un problema de desigualdad. Las mujeres internas son minoría y eso repercute en su estancia
“Cárcel de ventas, hotel maravilloso. Donde se come y se vive a to confort”. Con esta estrofa irónica arranca la canción compuesta en 1940 por las 13 rosas sobre su estancia en la prisión de Las Ventas. 70 años después la situación de la mujer en reclusión sigue siendo un conglomerado de reivindicaciones mudas. “La pertenencia de niños, una menor oferta laboral en los talleres penitenciarios y un mayor aislamiento respecto a la sociedad”, así resumía la problemática de mediados de siglo el profesor de historia contemporánea Ricard Vinyes. Salvando las distancias son las mismas cuestiones demandadas en la actualidad, como asegura el profesor penitenciario Julio Fernández. “Hemos avanzado muy poquito. Es un lastre que la población reclusa femenina sea muy inferior a la masculina”, añade. Se configura una minoría silenciada que aún tararea la canción de sus antepasadas: “Lujoso baldosín, tenemos por colchón. Y al despertar tenemos desecho el riñón”