· El maltrato de animales puede ser un paso previo a la violencia familiar
· Los agresores utilizan a la mascota para retener y controlar a su pareja
ESTEBAN ORDÓÑEZ/ HOPPES Nº9
Ese gato era incontrolable, impredecible. Marcaba las paredes del domicilio con su orina inflamada y ácida de criatura en celo. Liberaba sus gemidos escocidos por la casa. Buscaba salidas, se encrespaba. El veterinario aconsejaba a su amo castrarlo en cada visita. El padre de la familia repetía: “Es que las niñas no quieren, les da pena”. Y las adolescentes calladas, casi no ocupaban hueco en la consulta. Tiempo después ese mismo hombre se ensañó a cuchilladas con su esposa en el conocido asesinato de la calle Covarrubias en el barrio madrileño de Chamberí.