César Ponce (Hoppes nº9)
Las órdenes de alejamiento se han endurecido en las últimas reformas para intentar reducir la cifra de quebrantamientos. Las audiencias provinciales interpretan de forma muy personal cada caso ante la ausencia de una doctrina consensuada.
“Nadie puede amar sus cadenas, aunque sean de oro puro”, fue la frase con la que John Heywood quiso defender la libertad. Nadie tiene derecho a privar de independencia a otro alguien, por mucho vínculo que les hubiera unido en el pasado. Quizá por ello se idearon las órdenes de alejamiento, para evitar encadenamientos no deseados. El problema llega cuando la propia naturaleza de la medida atenta contra esa voluntad e impone una distancia que impide a las personas volver a encadenarse libremente. “No parece correcto que normas que pretenden implementar seguridad a la víctima acaben generando inseguridad”, manifiesta María Acale (Doctora en derecho penal y especialista en casos de violencia de género) para contextualizar las dudas que existen actualmente sobre la efectividad de las órdenes de alejamiento. Y es que por mucho que le pese a Heywood, los hay que sí aman sus cadenas.